Juan Carlos Santiago
Hace un par de fines de semana los tres Carlos miembros del grupo quedamos en la madrugada del sábado para realizar esta impresionante ascensión en la siempre espectacular sierra de la Almijara. Tratábamos de realizar y, de paso comprobar, parte de la ruta que antes habíamos propuesto para realizar una travesía vivaqueando entre las cumbres del Cielo y del Navachica, subiendo a esta última cumbre, el punto más alto de la travesía y reconociendo el posible vivac en el alto (que existe), la ruta de descenso y la inexistencia de fuentes en todo el recorrido, tal y como sospechábamos.
Aunque la ruta se las traía en cuanto a dificultad, nuestro querido Carlos de San Roque decidió acostarse a las 4 de la madrugada después de haber tomado alguna copita de más, por lo que hubo que llamarle (y despertarle) a las seis y cuarto para salir con media hora de retraso, a las seis y media, que, unido al retraso provocado por un despiste de un servidor en la carretera, que nos llevó hacia Antequera en lugar de hacia Nerja, generó que iniciásemos la travesía unos 45 minutos después de lo previsto y con un recorrido algo mayor de lo que pensábamos, porque las malas condiciones de la pista por la que circulábamos hacia el área del Pinarillo hicieron que decidiéramos aparcar y empezar a andar un kilómetro antes de ella.
En cualquier caso allí estábamos, con un día radiante a nuestra disposición y el desnivel brutal de unos 1400 metros para alcanzar el Navachica por el barranco de los Cazadores delante nuestro. Entre la emoción de un nuevo reto, la certeza de que nos juntábamos tres andarines y la necesidad de no malgastar tiempo, empezamos a subir a un ritmo vivísimo que nos hizo llegar a la cumbre en tres horas en lugar de en las cuatro y media previstas por la guía que llevábamos. De momento aguantábamos Carlos y yo, a pesar de sus excesos nocturnos y de mi profundo resfriado, que se me iba escapando cuesta arriba por la nariz en forma de abundante mucosidad, sin embargo Carlitos iba, como siempre, transmitiendo la sensación de ir de paseo. En cualquier caso nos ayudó a subir el magnífico recorrido por el barranco, con un cauce seco y fácil de andar entre paredes verticales de centenares de metros y magníficos trazos de sendero que, de vez en cuando, salvaban las grandes caídas del cauce para abrirse paso hacia unas antiguas minas de la base del Navachica. Finalmente llegamos arriba en un santiamén y nos deleitamos con la magnífica y próxima vista de Sierra Nevada desde la cumbre, donde un fuerte viento nos obligó a resguardarnos en las paredes del vivac mientras comíamos.
Cuando estábamos terminando de comer, disfrutando de la soledad de esta cumbre frente al overbooking que habíamos sentido en el Torrecilla el fin de semana anterior, llegaron para cambiarlo todo unas cuarenta personas procedentes de Peña Escrita, otra subida al Navachica desde el lado granadino que habrá que estudiar en el futuro por ser menos dura aunque también probablemente menos espectacular que la que hicimos. Después de ver y, sobre todo, escuchar desde la lejanía las voces de quien parecía liderar el grupo, me dí cuenta enseguida de quiénes eran, Juani y sus compañeros del Comando Preston, del grupo malagueño Pasos Largos. Tras una agradable charla regada como siempre por el generoso Carlos (cervezas y bombones hasta agotar existencias para todo el que quisiera) nos dispusimos a bajar por una ruta alternativa: habíamos ganado algo de tiempo con nuestra rapidísima subida, por lo que podíamos hacer entera la travesía Navachica - Cielo por las cumbres en un sólo día, pero preferimos explorar una nueva cuerda, la de los tajos del Sol y el Almendrón, que a lo largo de toda la subida nos fueron atrayendo como un imán por sus espectaculares paredes de centeneres de metros: se trata de una afilada cuerda rocosa, sobre la que despunta alguna peña, como el Almendrón, y que separa los barrancos del Chillar y de los Cazadores, que se abren paso a poquísima distancia lineal pero mil metros más abajo. Sobre el mapa no había senda, pero la pelada sierra de la Almijara permite abrirse paso sobre sus cumbres y teníamos tiempo, por lo que nos dirigimos hacia esta cuerda.
La bajada por esta vía resultó ser bastante más dura que la subida, por ser una auténtica rompepiernas, con alguna corta pero empinadísima subida, como la del Almendrón, y por tener que trabajarse casi toda la cuerda con los cinco sentidos y frecuentes trepadas y destrepadas, pero las impresionantes vistas lo compensaban todo, hasta el punto que el Almendrón, para un servidor, se ha convertido en una más de las cumbres míticas de la Almijara, como el Lucero o el Cisne, cuyas abruptas moles recuerdan más a los Picos de Europa que a otras montañas andaluzas a las que estamos acostumbrados. Eso sí, lo que falta en la Almijara es agua, porque al descender del Almendrón y con todavía unas dos horas de marcha por delante, nuestras reservas empezaron a agotarse y aquí no hay ni una fuente. Tras amontonar todo el descenso en los últimos tres o cuatro kilómetros por un sendero muy empinado que terminó de maltratar nuestras castigadas piernas, por fin pudimos refrescarnos en la fuente del Esparto, muy cerca ya del coche y a punto de anochecer. En el "descenso" tardamos casi el doble que en el ascenso, completando finalmente una muy dura marcha de unos 1700 metros de desnivel acumulado y bastante dificultad, pero, sin duda, la cuerda del Almendrón merece ser repetida.
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