lunes, 8 de febrero de 2010

CRÓNICA DE LA TRAVESÍA POR LAS CUMBRES DE LA SIERRA DE LAS NIEVES

Por Juan Carlos Santiago

El pasado sábado 30 de enero nos reunimos de madrugada un nutrido grupo de pioleteros en San Roque para viajar hasta la sierra de las Nieves y hacer una de las rutas más espectaculares de esta temporada: subir, con abundante nieve, a las que probablemente sean las cumbres más emblemáticas de la sierra, el Torrecilla y dos cerros más bajos pero pecfectamente reconocibles por su forma molar, Enamorados y Alcazaba, completando una travesía exigente por la presencia de nieve, el desnivel y el largo recorrido, a lo que se unía nuestra escasa actividad durante los dos meses anteriores, por lo que teníamos ante nosotros todo un hermoso reto.










Después de encontrarnos en el cortijo de los Quejigales con tres compañeros más de Ubrique con los que habíamos quedado, empezamos a ascender por el habitual barrizal invernal de la entrada de la cañada del Cuerno, que en pocos metros de ascenso nos ofreció la preciosa imagen del pinsapar cubierto por una espesa capa de nieve. Como siempre, el más infantil del grupo, José Luis Jiménez, ignorando por completo la ardua travesía que nos quedaba por delante, empezó con la habitual guerra de bolas de nieve en la que nos enzarzamos unos cuantos mientras los montañeros serios, los de Ubrique, nos cogían una importante ventaja. Al llegar al puerto de los Pilones nos quedamos maravillados ante el espectáculo invernal: el frío matinal había conservado la cencellada en los quejigos que parecían más que nunca duendes invernales acompañándonos en el camino.











Aunque la sierra parecía, como luego comprobaríamos, estar abierta especialmente para la ascensión al Torrecilla, que atrae como un imán cuando hay nieve y un día despejado a infinidad de montañeros malagueños, nuestro objetivo inicial era otro, el peñón de los Enamorados, dejando para el mediodía la ascensión al Torrecilla para esperar que la nieve se pusiera más blanda, ya que la mayor parte del grupo no llevaba crampones. Cuando íbamos a desviarnos hacia el peñón apareció Carlitos con su ritmo habitual, como una locomotora que había tardado la mitad de tiempo que nosotros en subir por la cañada del Cuerno. No vino con nosotros porque el "angelito" se había equivocado de lugar de encuentro en San Roque (a estas alturas todos sabemos que su intensa vida nocturna termina confundiéndole). Por fin ya los quince miembros del grupo juntos nos dirigimos hacia el Enamorados por preciosas palas de nieve virgen que dificultaban el paso pero convertían el camino también en especialmente hermoso. Durante la parada en la cumbre, el bucólico espectáculo terminó excitando a la pareja de enamorados del grupo, que no pudieron contenerse y ... se besaron, romántica imagen que el pudor y la censura me impiden mostrar.






De camino al Torrecilla y con una huella muy marcada por la infinidad de montañeros que pasaron antes que nosotros, entre los que nos encontramos a algunos compañeros de Pasos Largos, nos pusimos en un santiamén en la base de esta montaña, por lo que optamos por subirla del tirón y comer después con Esther, que nos esperaría abajo por estar lesionada. En la cumbre algunas decenas de personas disfrutamos a la vez de las magníficas vistas de esta montaña en un día despejado: desde el Peñón de Gibraltar hasta Sierra Nevada.












Tras la comida, con los habituales agasajos de Carlos, cerveza, Ferrero Rocher, tuvimos la tentación de hacernos un poco los remolones, pero nos quedaba la última dificultad del día, la Alcazaba, por lo que nos dirigimos hacia ella huyendo de los numerosos grupos que transitaban desde los Pilones al Torrecilla. Era posible que en el regreso a los Quejigales se nos echara la noche encima, por lo que había que mantener el ritmo de marcha a pesar de la incomodidad de subir y bajar por lomas de nieve virgen blanda, en la que íbamos abriendo huella. En la cuerda de la Alcazaba, además de Esther, otros renunciaron a coronarla por estar ya cansados, como el sobrino de Antonio, un muchacho que se portó como un campeón en su primera ruta de montaña. Además la muela final de la Alcazaba presentaba una corta trepada por una pala de nieve con bastante pendiente, que echó atrás a alguno más, por lo que al final subimos nueve, entre otros Ruth, que nos sigue demostrando estar en plena forma.




El descenso a los Quejigales lo terminamos haciendo por la pista ya que se nos venía la noche encima y el frío de la sierra nos invitaba a despedirnos de ella con un agradable plato de caldo calentito en la venta del Navacillo.

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