domingo, 25 de octubre de 2009

CRÓNICA Y FOTOS DE LA ASCENSIÓN AL JEBEL MUSA


Por Juan Carlos Santiago

El pasado sábado 24 de octubre nos encontramos doce legionarios del grupo Piolet en el puerto de Algeciras con la misión de conquistar la cumbre africana llamada por los marroquíes Jebel Musa y que nosotros llamaremos como nuestros compatriotas ceutíes, la Mujer Muerta. Nuestra misión era devolver a los infieles la afrenta cometida hace casi 1300 años, cuando organizaron desde allí la conquista de nuestra amada patria.

Tuvimos un pequeño problema organizativo ya en el puerto de Algeciras: la encantadora señorita que nos debía vender los billetes nos podía ofrecer un descuento muy importante siempre que hubiéramos mandado previamente un fax para justificar nuestra noble acción como grupo. El legionario José Luis Bote propuso llamar a esas horas de la madrugada a nuestro general, Juan Pedro, para que enviara desde su domicilio el mencionado fax, pero la amable señorita consiguió con unas cuantas llamadas a su jefe hacernos el descuento sin ningún fax de por medio, por lo que el legionario Bote insistió en llamar al general Juan Pedro para decirle que aunque antes hacía falta, ya no era necesario enviar el fax... ¡la información respetuosa a los superiores ante todo!. Entre todos conseguimos convencerle de lo inoportuna que hubiera resultado esa llamada tan temprano y conseguimos calmarle.

Una vez en Ceuta, nuestro amado solar español del continente africano, y tras desayunar, nos dirigimos a la frontera con el reino de Marruecos, mezclándonos con un numeroso grupo de greñudos que nos dijeron que iban a ver pájaros, para lo que necesitaban fumar algo más allá de la frontera. Ninguno de los funcionarios sospechó de nuestra verdadera misión y nos dejaron pasar con gran rapidez, por lo que tras negociar con varios taxistas el viaje de ida y vuelta a Bellones y llegar como sardinas en lata a este pueblo junto a nuestra frontera nacional, estábamos preparados a las diez y media para emprender nuestra arriesgada misión.






Subimos con cierta rapidez, excitados por el significado histórico de nuestra epopeya, hasta el cuello de la Mujer Muerta, cuyo perfil, coronado por una enorme melana oscura recordó a algún compañero a Marge Simpson. Escondidos en el cuello, podíamos sorprender al enemigo llegando a la cumbre por su espalda, atravesando una empinada pedrera muy móvil. Por fin en la cumbre, descubrimos que los infieles habían abandonado su puesto de vigilancia, dejando una pequeña casa derruída y un trípode metálico oxidado, sin duda, avisados y amedrentados previamente ante nuestra llegada.

Felices por el éxito conseguido, nos dedicamos a observar el vasto panorama que se habría a nuestros pies: toda la costa y las montañas costeras andaluzas desde el acantilado de Barbate hasta Sierra Nevada, con Tarifa o Gibraltar en primer término, con una claridad en el aire impropia del estrecho, y todo el territorio africano desde las montañas del Rif hasta el cabo Espartel, cerca de Tánger, pasando por Cabo Negro o Ceuta.

Después de la comida en el inicio de la bajada, a unos 750 metros de altura, nos encontramos abandonada a la pieza que faltaba para completar nuestro grupo de legionarios: la cabra. Se trataba de una cabrita recién nacida (todavía conservaba restos del cordón umbilical) que llamaba desesperadamente a su madre, probablemente en un grupo que se encontraba algunos centeneres de metros más abajo.
Rápidamente bautizada como Pioleta, se convirtió en el símbolo de unidad de destino para nuestro grupo: la nueva misión sería la supervivencia de la cabra. Con grandes dificultades por lo escarpado del terreno, conseguimos bajar a Pioleta en brazos hasta las cercanías del rebaño, donde ninguna cabra se hizo cargo de ella, a pesar de que nos retiramos del grupo. Sóla y desamparada, la legionaria Inma la encontró tendida en el suelo,exhausta y al borde de la muerte, por lo que decidió llevársela al pueblo.

Mientras tanto, un grupo de senderistas de Tetuán nos había informado de la posibilidad de bajar hasta la costa situada junto a la isla de Perejil, por una vertiginosa canal que se abría en la cara noroeste de la montaña. Todo el grupo nos aventuramos por allí sin sospechar la emboscada que nos habían tendido los berberiscos: la pendiente era efectivamente vertiginosa (de 600 metros al nivel del mar en muy poca distancia lineal), con desprendimientos y destrepes algo difíciles, por lo que la mayor parte del grupo retrocedió para volver por el camino normal, pero cuatro de nosotros nos aventuramos para realizar el descenso por esta impresionante canal. Poco después de dejar al grupo y en la zona en la que más debíamos apoyar las manos para descender, nos encontramos una víbora, sin duda colocada por nuestros enemigos, que logramos sortear, y algunos metros más abajo nos empezamos a sentir vigilados por un enorme mono de berbería que nos amenazó moviendo un árbol desde las alturas. Finalmente logramos pasar con éxito esta fantástica canal, aunque el legionario Carlos se dejó las dos botas en el camino, situándonos justo enfrente del islote de Perejil y de la costa española, por lo que se abría ante nosotros un inmenso panorama de territorio patrio.

Después de darnos un baño frente al islote, apareció la propuesta de llegar nadando a España (al islote) y volver en un tiempo récord y en mejores condiciones que ese famoso nadador al que llaman David Meca, sin embargo, la vigilancia y llamada de atención de un soldado marroquí nos echó para atrás.

De vuelta en Bellones, nos reunimos con el resto del grupo, que nos informó del destino de Pioleta, nuestra cabra: la legionaria Inma la había dejado en manos de un pastor, colgada del pezón de una cabra, de la que mamaba desesperadamente. Con la promesa de cuidarla bien y diez euros en el bolsillo para colaborar en ello, el lugareño se quedó con la cabra, que algún malintencionado del grupo imaginó convertida en un asado regado con diez euros de sangría esa misma noche.

De vuelta en Ceuta, con la satisfacción del deber cumplido, nos bebimos una media de un litro de cerveza por cabeza que, unida a los vaivenes del barco, convirtieron la travesía en una exaltación de la amistad y una promesa de aventuras futuras.

1 comentario:

  1. La crónica se queda corta, Juan Carlos no ha contado que a la vuelta la Guardia Civil nos confundio con el grupo de melenudos que iban a ver pájaros y nos quiso detener, el taxista contando que la carretera hasta Bellones la hizo Franco y la última misión en el barco de regreso cuando uno de los legionarios intento contarle a una azafata Francesa un chiste y necesito la ayuda de otro legionario para que le traduciera, ademas de muchas anecdotas mas. En Ceuta no tenian cerveza en el bar y tubimos que asegurarnos que estabamos en España preguntandole al camarero.

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